La crisis económica fue uno de los golpes más duros que ha vivido España en los últimos años. Sus consecuencias no solo fueron en el aspecto financiero, sino que también dieron como resultado cambios drásticos en lo social. La natalidad fue uno de ellos.
Y es que, debido al surgimiento de la crisis, el español comenzó a considerar que tener hijos podría ser un problema no solo para sí mismo en términos económicos, sino también para las propias criaturas. Los registros fueron disminuyendo, a tal punto que desde 2016 a 2017 hubo un descenso en los nacimientos de 4,5 %.
Pese a que el tiempo ha pasado, y que el final de la crisis fue se supuso en 2018, el problema aún parece vigente.
Pocas condiciones laborales y de vida, baja natalidad
El hecho de que la crisis haya reducido el número de empleos en España, es un gran golpe del cual cuesta recuperarse. La población joven no es capaz de conseguir puestos laborales que les proporcionen condiciones de vida estables, lo que a su vez se traduce en una búsqueda constante de trabajos y ocupaciones, tanto dentro como fuera del país.
En el primer caso, las pocas condiciones laborales conllevan a postergar el embarazo. Antes de la crisis, las parejas comenzaban a tener hijos a los 30 años, incluso menos. Hoy en día esperan hasta los 32 años, siendo esta una cifra estimada.
Cuando esto sucede, las familias son menos propensas a ser grandes. Es decir, tienen, a lo sumo, uno o dos hijos. Estadísticamente se tenía 1,44 hijos antes de la crisis; hoy este número es de 1,31 y pareciera seguir disminuyendo.
Por otra parte, en un segundo panorama, no es de extrañar que muchos jóvenes, al no conseguir empleos en sus ciudades, vayan a otras y, en el peor de los casos, se muden del país, llegando a establecerse en ellos.
Más defunciones que nacimientos
Por si fuera poco, sumado al problema de la baja natalidad, la cual es sentenciada por la crisis económica, existe una relación negativa en términos de defunciones. Es lo que se conoce como saldo vegetativo.
Para 2017, hubo una mayor cantidad de defunciones que nacimientos: 31.245 según el Instituto Nacional de Estadísticas. Si se compara con el periodo precrisis se nota qué tanto ha afectado el problema. En 2008, el saldo vegetativo fue de 134.305 nacimientos más que defunciones.
Esto se pude notar, incluso en el envejecimiento progresivo de la población, la cual se estima que será mayormente anciana para 2050. Es una inversión de la pirámide demográfica, en la que, debido a la baja natalidad, la población española comienza a tener una grave crisis de crecimiento. Los índices parecen desalentadores.
La inmigración como alternativa
Mucho se ha especulado sobre cómo las políticas a favor de la inmigración podrían ayudar a este problema. Para quienes se mantienen reacios a esta opción, los expertos responden que desde que inicio la crisis, los nacimientos bajaron en un 25 %.
Esto no solo afecta al estado actual de España, sino que se proyecta como un problema de crecimiento económico: al no haber más población de relevo, se disminuiría el aparato productivo y se entraría en la dependencia y la inactividad. Incluso, es probable que esto conlleve a que los adultos mayores deban trabajar más antes de jubilarse.
Con una tasa de natalidad española de 8,4 % por cada mil habitantes, el abrir las puertas a nuevas personas no se nota como una mala alternativa. Basta con saber implementar políticas adecuadas y controladas, además de promover la natalidad interna.
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